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Ochenta y ocho teclas: Eighty eigth keys.

El nacionalismo musical en España a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX

En España se había dado una decadencia musical después del Renacimiento en relación con las restantes naciones europeas. Con el Barroco y Romanticismo, la Europa Central se había encaramado en la cúspide del hacer musical, mientras eran inútiles los intentos de España para hacer una Opera Nacional. Esto nos llevaría, muy avanzado el Romanticismo a encontrarnos con las manos vacías y de aquí surgirá el sentimiento del nacionalismo, de la búsqueda de un renacimiento para nuestra música. Felipe Pedrell va a ser uno de los impulsores con la publicación de parte de nuestro folklore musical.

Elementos que determinan el nacionalismo español: la conciencia de nuestro folklore, que va a servir como en otros países de punto de partida para esta restauración, tanto por sus ricas implicaciones modales, no sólo tomadas de la música andaluza sino también de la castellana, como por su vigor rítmico. Creo que no es menos destacable la guitarra flamenca, que hace del folklore español uno de los pocos que poseen su armonía propia y característica y sobre todo, distinta a la tradicional...

Con ello no sólo se crea un nuevo lenguaje musical sino que también se exaltan sentimientos nacionalistas, no olvidemos que muchos de estos músicos participan de los ideales de la Generación del 98, que pretende al fín y al cabo la misma restauración del ser español, con una búsqueda en las esencias de nuestro pueblo.

Con esto los músicos trataban de solucionar dos problemas: ayudar consciente o inconscientemente a la creación de un nuevo espíritu nacional y al mismo tiempo poder presentarse en Europa con voz propia y para terminar así con un auténtico complejo de inferioridad. Falla habla de escribir música española con vistas a Europa.

Como en otros países hay un primer nacionalismo donde se comienzan a explorar nuevos sistemas y un segundo donde se va a conseguir un nuevo lenguaje a nivel europeo que vendría simbolizado por Falla. En este terreno, el primer personaje que tiene cierta relevancia como violinista y compositor es Pablo Sarasate. Después de él surge Isaac Albéniz (1860-1909) que con su piano recoge desde el romanticismo más clásico hasta el impresionismo debussyano. Surgen así obras como Suite Española y la Suite Iberia, llenas de ejemplos de pianismo tanto virtuosístico como de gran ingenio en la imitación de efectos percutivos y guitarrísticos. El piano de Albéniz, como el de muchos otros compositores españoles se asemeja al impresionista, y en este caso, son los impresionistas los influídos.

El siguiente es Enrique Granados (1867-1916). Como Albéniz, se va a expresar ante todo por medio del piano, con sus Danzas españolas y Goyescas, esta última muy relacionada con el mundo de la Tonadilla, llena de arabescos que nos recuerda a veces el lenguaje de Scarlatti, lo mismo que otras influencias de Debussy y Schumann.

La personalidad más destacada del grupo va a ser Manuel de Falla (1876-1946) quien llegará a la esencia del nacionalismo musical español. Nació en Cádiz en 1876, por lo que en 1898 tendrá 22 años. Estoy convencida de que esto hace que sea capaz de asimilar y comprender toda la problemática de crisis y resurgimiento que planteaba la Generación del 98. Entre sus obras destacan: La vida breve (se basa en elementos folklóricos); Amor Brujo, Noche en los jardines de España y El sombrero de Tres Picos (esencia folklórica andaluza); y su última obra La Atlántida, que compone en Argentina, y es una mezcla de Opera y Oratorio. Con El Retablo de Maese Pedro (1923) y, sobre todo con el Concierto de Clave, nos encontramos al Falla que ha pasado del folklore más o menos pintoresco de la vieja Andalucía a tratar temas de la vieja música castellana, buscando ese ascetismo tan típico de las esencias castellanas y que tanto entusiasmará a la Generación del 98. De su producción pianística necesitamos destacar las Noches en los jardines de España, la Suite de los homenajes, la Fantasía Bética y, en menor medida, el Concierto para Clave o Pianoforte.

Con Joaquín Turina (1882-1949) se cierra este gran periodo. El busca la inspiración en Andalucía, con una serie de obras como Suite Sevilla, las Danzas Fantásticas o la Venta de los Gatos.

En la Comunidad Valenciana, Oscar Esplá, Sonata Española. Aunque el nacionalismo concluyó con la Guerra Civil, algunos compositores los han prolongado hasta la actualidad. Por ejemplo, Joaquín Rodrigo, autor de un Concierto para Piano, Zarabanda lejana o Música para un jardín. Quiero destacar también a Federico Mompou, con su Música Callada y las Canciones y Danzas y a Montsalvatge, con su Concierto Breve y la Sonatina para Yvette.

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Anónimo -

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