Técnicas de concienciación corporal: relajación física y mental, concentración mental, hábitos posturales, respiración, control y visualización mental.
Muchos son los compositores e intérpretes que han sentido dolores o molestias derivados de la práctica de su actividad. Caso señero sería el de Schumann, que perdió el uso del cuarto dedo.
La mayor parte de las tensiones que surgen en la interpretación suelen implicar factores físicos y psicológicos. Por ejemplo, una tendinitis en un pianista se suele deber tanto a una posición defectuosa como a una tensión añadida al tocar y a la falta de reflexión sobre la propia práctica. Parece lógico imaginar que un alumno mientras estudia en casa dejará de tocar si siente algún dolor y tratará de corregir la postura. Sin embargo, si pensamos en situaciones reales, como que sea un adolescente de 14 años, poco desarrollado, de manera que la mano no ha alcanzado su extensión definitiva, que haya tenido un par de exámenes por la mañana y que tenga uno de piano por la tarde, será de esperar que la tensión de toda esta actividad impida al joven adaptarse y escuchar el ritmo de su propio cuerpo. De esta forma, el estudio reiterado de los mismos pasajes, unido a la fatiga de actividades extramusicales puede conducir a una fuerte sobrecarga muscular, acaso sin resultados permanentes aún.
Debemos partir de que los alumnos pueden no ser conscientes de que cargan en exceso ciertas regiones de su cuerpo y que padres y profesores pueden ayudarles a hábitos más sanos.
No obstante los profesores tienden a pensar que no existe para el alumno materia más importante que la que ellos imparten, que es gran error.
Cuando un alumno toma su instrumento, el profesor debería ser capaz de determinar si está física o psicológicamente cansado, desanimado o especialmente motivado y tratar de adecuar el ritmo de la clase a sus posibilidades de rendimiento. Esto es más fácil de proponer que de cumplir, ya que el profesor se ve afectado por las mismas sensaciones y tiene días en que comprende al alumno mejor que otros, pero es un principio que nos ayuda a comprender el funcionamiento del aula.
No es que el profesor deba ser siempre quien se adapte a la situación, sino que debe ayudar al alumno con sus conocimientos para que la práctica del instrumento sea más relajada y compense en cierto modo la tensión de otras actividades y que disminuya la tensión en otros estudios. Abraham Stern siempre comentaba que “tocar mal es difícil”. La postura más natural y cómoda es siempre la más correcta. En el caso del piano:
• La cabeza debe estar levemente inclinada hacia el instrumento.
• La espalda debe estar recta pero sin exigirla demasiado.
• Los codos deben estar un poco más adelante que el tronco.
• Las manos no deben apoyarse en el teclado. Los dedos deben sólo hacer contacto.
• La altura del piso debe permitir que el antebrazo esté a la altura de las teclas.
• Los pies apoyados en el suelo. El derecho puede estar algo adelantado para utilizar el pedal.
Si un profesor trabaja con el alumno la manera de sentarse, de tomar su instrumento, así como cuestiones de relajación, respiración y distribución del trabajo, puede mejorar su rendimiento en todas las materias.
El alumno que aprende a sentarse de manera natural al piano, se sentará también en forma natural en su pupitre o la mesa del comedor. Si aprende a distribuir el estudio de su instrumento, distribuirá también el estudio de otras materias. Las cosas más sencillas pueden ser las más importantes a la hora de prevenir las tensiones: levantarse a tiempo para no tener que ir corriendo a la escuela, dejar una pausa después de comer para plantear el trabajo de la tarde, llevar el peso de mochila o instrumento en forma correcta, evitar las prisas, controlar la propia relajación… En el caso del estudio instrumental es útil hacer pausas cada 45 minutos durante unos 10 y aprovechar este tiempo para estiramientos y respiraciones.
Los padres pueden ser una gran ayuda en este proceso. Pueden corregir la postura de su hijo, asegurarse de que respeta los tiempos de reposo o incluso plantear sesiones de estiramiento o relajación con otros miembros de la familia.
Relajación
La relajación es técnica de importancia tan grande como cualquier otra del instrumento. Si no podemos relajar conscientemente nuestros músculos durante el estudio tampoco podremos hacerlo en el escenario. Los ejercicios de relajación progresiva pueden darnos un control consciente sobre nuestro cuerpo. Para realizarlos, dispondremos de un reloj de alarma que suene en 30 minutos. Nos echaremos en el suelo en una cama —no demasiado cómodos, por no dormirnos—. Comenzaremos con un extremo del cuerpo: dedos de los pies, cabeza… y relajamos conscientemente pequeñas partes del cuerpo cada vez.
Pasaremos por tres estados de relajación:
1)tranquilidad y sosiego,
2) pesadez en la parte relajada,
3) sentiremos como si desapareciese y ya no la percibamos.
Encontraremos un nuevo músculo para relajar en cada sesión.
Una práctica diaria así, particularmente antes de conciertos o exámenes incrementa nuestra sensibilidad a la tensión y nos hará capaces de liberarla cuando ocurra.
Otra técnica es la respiración. Aprendemos a respirar desde el diafragma más que desde el pecho, haciendo que nuestro vientre se contraiga y expanda, despacio y con respiraciones profundas. Es de vital importancia que ralenticemos nuestro respirar cuando sintamos que se acelera, pues pasado un cierto nivel ya n es posible el control y comienza la hiperventilación. La práctica diaria de respiración y relajación consigue un músico integrado con su instrumento.
Concentración
Es la habilidad más importante en una actuación y debe cultivarse mediante la práctica. Mientras estemos tocando habremos de concentrarnos en los medios necesarios para conseguir el fin que nos hemos propuesto, de forma que éste llegue por sí mismo. En lugar de preocuparnos por un buen sonido, mantendremos la mente centrada en lo que los dedos deben hacer para conseguirlo. En lugar de preocuparnos por fallos de memoria, enfocaremos la mente en recordar.
Debemos cultivar la habilidad de mantener la mente centrada a pesar de las distracciones. Para ello, podemos, por ejemplo, practicar frente a una televisión con el volumen alto. Si mantenemos la mente centrada en las obras, no deberemos preocuparnos en el escenario.
Visualización
Si no podemos visualizar con confianza las piezas que tocamos, nos estamos abriendo a la inseguridad. Nos aseguraremos de que no haya dudas en nuestra memoria de la pieza antes de salir a una actuación.
Visualizaremos sin sombra de duda:
1— El nombre de las notas
2— La digitación de mano izquierda
3— La digitación de mano derecha
4— La melodía en obras homofónicas, cada voz en las contrapuntísticas
5— Las progresiones armónicas
6— La estructura general de la pieza.
Y, finalmente, ser capaz de visualizar la obra a tempo con un metrónomo sin dudas ni errores. Otro método es visualizar las actuaciones mismas. Como la ansiedad de actuación es un fenómeno puramente mental, debemos aprender a recordar vívidamente la experiencia de tocar frente a otros, y tratar nuestros miedos en su fuente: nuestra propia mente. Cuanto mayor precisión podamos captar la experiencia de actuación menos tendremos que usar las actuaciones mismas como medio de acostumbrarnos a las mismas.
Resumen
Es bueno tener un ritual y repetirlo siempre que tocamos y realizarlo en todas las prácticas de actuación. Convertirlo en un hábito puede ayudarnos a conseguir un estado inicial de concentración.
Usaremos este ritual para detener cualquier problema predecible que pueda perturbar nuestra confianza. Por ejemplo:
1— Comprobar el asiento y su equilibrio, quedando seguros de que el instrumento no puede deslizarse.
2— Respirar profundamente para calmarnos.
3— Comprobar el calado del piano y los pedales. Con algunos acordes será suficiente.
4— Colocar ambas manos en posición adecuada para comenzar la pieza.
5— Cerrar los ojos y marcar el tempo con el que vamos a comenzar. El nerviosismo nos hará tender a la aceleración, de modo que quizá necesitemos empezar con un tempo que sintamos como lento. El nerviosismo distorsiona la percepción, haciéndonos creer que vamos demasiado lentos.
6— Solfeemos y visualicemos la primera frase de la obra.
7— Comenzaremos la pieza con precisión coordinando el primer tiempo fuerte con una expiración.
8— No olvidaremos respirar lento y profundo mientras tocamos.
Cada persona debería dedicar tiempo a pensar sobre sus necesidades de relajación, o en el caso de niños, animar a sus padres a que lo hagan. Existen terapias específicas y deportes muy saludables, como la natación. El problema radica en convertir estas actividades en relajantes, y no en fuente de estrés.